domingo, 26 de diciembre de 2010

El misterio de la melodía

[...]aunque existen estudios musicales para aprender a tocar casi cualquier instrumento, y los hay para armonizar u orquestar cualquier composición, no tengo noticia de ningún centro de enseñanza donde se enseñe a componer buenas melodías. No hay una teoría ni un manual para hacer buenas melodías. Yo me atrevería a decir que es un don innato, un don que ni siquiera tienen todos los compositores. En la historia de la música ha habido algunos muy célebres -y no voy a citar nombres, para evitar mosqueos- que dominaban casi todos los recursos, pero que, a mi modo de ver, no brillaban precisamente por sus melodías. Por el contrario, hay compositores de música pop, esa música considerada de segundo orden -de usar y tirar, vamos- que son capaces de hacer una de esas melodías que no se te van de la cabeza mientras vivas. En fin, y ya acabo, esa aparente imposibilidad de saber a qué fórmulas recurrir para hacer una buena melodía es lo que me lleva a opinar que la melodía encierra un cierto misterio[...]

(¿DO RE QUÉ? Guía práctica de iniciación al lenguaje musical. Federico Abad)

miércoles, 15 de diciembre de 2010

(Sobre la música en la educación a lo largo de la historia)

(Sobre la música en la educación a lo largo de la historia)

[…]Los filósofos griegos recomendaban a los gobernantes que tuvieran mucho cuidado con la música que se les ofrecía a los fóvenes, porque –decían ellos-, hay modos que inducen a los seres humanos a desarrollar buenos sentimientos –la disciplina, la calma, el orden, según su esquema de valores-, mientras que otros modos sólo contribuyen a crear sentimientos malos – el desenfreno, la falta de escrúpulos el abandono a los instintos animales, siempre según su esquema de valores-. Dicha recomendación cobra gran relieve si se tiene en cuenta que la música, junto con la gimnasia, eran las principles asignaturas para los jóvenes que estudiaban en la grecia clásica. Hoy día en cambio, da la impresión de que estas asignaturas son “de segunda clase”, cuando ni mucho menos debería ser así.

[…]Hay por ahí muchas personas, incluso políticos que promueven planes de estudio, que opinan que para aprender música están los conservatorios. Esas personas no se dan cuenta de su error. Es como si te dijeran que para conducir un coche te tienes que hacer mecánico, o piloto de Fórmula 1. No señor. Mire usted: yo lo único que quiero es ir en coche a mi trabajo y llevar a mis hijos los domingos a casa de sus abuelos. ¿para qué demonios necesito hacerme piloto de competición?

Aquí sucede lo mismo. Los conservatorios están para quien quiera una especialización profesional como músico, sea compositor, violinista, director de orquesta o prefesor. Pero no me meta usted en un conservatorio si lo único que quiero es cantar con mis compañeros, tocar piezas sencillas y disfrutar de lo que estoy haciendo. Yo quiero ser músico de la misma manera en que lo era antes cualquier persona, para disfrutar y para sentirme bien con mis paisanos haciendo algo juntos.

(sobre la música como “droga”)

[…]No me negarás que a ti también llega a ponerte triste o alegre cierto tipo de música, y que esa música puede lograr que tu memoria regrese al tiempo y al lugar donde la escuchaste por primera vez. En ese sentido, a mi me gusta comparar la música con las drogas. Si los que se drogan lo hacen para adquirir un estado de conciencia distinto –alejarse de las preocupaciones, perder la vergüenza, no sentir dolor ni tristeza-, la música posee propiedades similares, ¡y sin efectos secundarios!

(¿DO RE QUE? Guía prática de iniciación al lenguaje musical. Federico Abad.)